sábado, 5 de mayo de 2018

YOECES.


¿Qué piensa usted, por ejemplo, del Yo? Yo soy Yo, éste es un enunciado básico de nuestra vida. 
Mi afirmación de que este enunciado, que da expresión a la conciencia del yo en el hombre, es un error, no va a conmover al mundo como lo conmovería si se le prestase fe. Nadie se lo va a creer, nadie se lo puede creer, ni yo mismo lo creo, y, sin embargo, así es. 
Yo no soy en absoluto Yo, sino una forma continuamente cambiante en que se manifiesta el Ello, y la conciencia del Yo es una treta del Ello para inducir a error al hombre en su propio conocimiento, para facilitarle el autoengaño, para hacerlo un instrumento más dócil de la vida.

Yo. Con el progresivo atontamiento a que conduce la vejez nos acostumbramos tanto a esta idea de grandeza imbuida por el Ello, que olvidamos totalmente la edad en que estábamos frente a esta idea sin
comprenderla, en que hablábamos de nosotros en tercera persona. “Emmy mala, azotes”. “Patrik bueno, chocolate”. ¿Qué persona mayor puede gloriarse de poseer tamaña objetividad? 
No quiero afirmar que el concepto del Yo, la idea de la propia personalidad, se origina justo en el momento en que el niño aprende a decir esta particular expresion del espiritual empobrecimiento. Pero sí se puede afirmar muy bien que la conciencia del Yo, el arte y manera como nosotros los mayores usamos este concepto, no nace con el hombre, sino que se desarrolla poco a poco, se aprende. 

Usted tiene que permitirme que hable un poco por encima de las cosas. Nadie se las arregla en el fárrago del Yo, y nadie conseguirá arreglárselas por mucho tiempo que pase.
Hablo con toda intención de la conciencia del Yo tal como nosotros, las personas mayores, la sentimos.
Pues no es en absoluto seguro que el niño recién nacido carezca de la conciencia de ser un individuo, es más, yo estoy inclinado a creer que él también posee una tal conciencia, lo que pasa es que no puede expresarla por medio del lenguaje. Creo incluso que hasta el embrión posee una tal conciencia de su individualidad, y también el óvulo fecundado, el no fecundado y el espermatozoide. Y de aquí se deduce que para mí cada célula tiene conciencia de su propia individualidad, que cada tejido la tiene, e igualmente cada órgano y cada sistema. 

Con otras palabras: cada unidad de Ello puede meterse en la cabeza, si le place, que es una individualidad, una persona, un Yo.

George Groddeck. El libro del Ello.


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