jueves, 9 de noviembre de 2017

CUENTOS.


Algunos piensan que si un día arribamos, como exploradores o como náufragos, a las lejanas costas de otros mundos, será la geometría el lenguaje más adecuado para saludar a otros seres racionales e identificarnos como tales ante ellos. Pero no todos opinan lo mismo. En un delicioso relato de ciencia ficción titulado La jaula, que bien podría haber salido de la pluma de un Voltaire o de un Swift, A. Bertram Chandler sugiere que tal vez no sea la geometría el más conspicuo emblema de la racionalidad. 
En resumen, esta es la historia:

Un grupo de náufragos asilvestrados son tomados por animales irracionales (confusión del todo excusable dadas las circunstancias) por unos zoólogos extraterrestres, que los capturan y enjaulan. 

Los humanos, conscientes del error de sus captores, intentan demostrar su racionalidad por todos los medios: hablan, cantan, bailan, dibujan figuras geométricas, pero ninguna de estas manifestaciones impresiona a los zoólogos alienígenas (en El planeta de los simios se plantea una situación similar). Al fin y al cabo, hay animales que parlotean animadamente (como los loros), emiten los sonidos más melifluos (como las aves canoras), ejecutan elaboradas danzas amorosas (como los pulpos) o utilizan la geometría con asombrosa precisión y eficacia (como las abejas, que resuelven un complejo problema de máximos y mínimos al construir sus panales de celdillas hexagonales).

Resignados, los hombres empiezan a acostumbrarse a su benigno cautiverio. Un día se cuela en su recinto un pequeño animal peludo y los prisioneros lo adoptan como mascota. Lo cuidan, lo alimentan y le construyen una jaula rudimentaria. Inmediatamente, los extraterrestres dejan en libertad a los humanos y, tras establecer un mínimo sistema de comunicación, les presentan sus excusas por haberlos confundido con animales. ¿Y por qué han comprendido de pronto su error? Porque sólo los seres racionales enjaulan a otros seres.


Carlo Fabretti.

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