lunes, 13 de marzo de 2017

GANADERÍA.


Si los Altos, como los hemos llamado, han de conservar sus puestos de un modo permanente, será imprescindible que el estado mental predominante sea la locura controlada. 

George Orwell. 1984.


Para implementar cualquier política de población eficaz, tiene que ser hecha desde la coacción.

Philip Cafarro.




El objetivo de crear alarma social en torno a la violencia intrafamiliar, hablando sólo de aquellos casos en los que las víctimas son mujeres, y pasando por alto todas las causas de lo sucedido (incluso la defensa propia), no es otro que el de moralizar al conjunto de la población masculina a través de la presión social. Al presentarnos la violencia intrafamiliar como un fenómeno causado exclusivamente por los varones, lo que se busca es culpabilizar, avergonzar y, de este modo, convertir al conjunto de la población masculina en sujetos acomplejados y fáciles de manipular. 
No nos engañemos, el bienestar de las mujeres les importa muy poco a los promotores de este maquiavélico plan; si les importara, no habrían convertido todo este asunto en una paranoia colectiva, pues eso sólo las está neurotizando.


El poder político es por esencia totalitario, necesita someter a los individuos en su totalidad, de un modo integral, desde su nacimiento hasta su muerte, pasando por el resto de las etapas de la vida; y especialmente necesita someter a los hombres por tratarse del mayor recurso productivo con el que cuenta. Además, al tratarse de un modelo social milenario, que se ha estado retroalimentando a sí mismo durante siglos -de oriente a occidente-, el propio sistema ha entrado en una dinámica totalitaria consigo mismo, autorregulándose y perfeccionándose por sí solo. 
En este sentido, la ideología de género sería sólo una evolución de los antiguos totalitarismos, destinada a sustituir a las religiones antiguas y a las ideologías decimonónicas, que ya estaban muy desgastadas y habían perdido prácticamente toda su influencia.

En el fondo, la ideología de género no es más que una adaptación del viejo sistema moral judeocristiano a los nuevos tiempos. El hecho de que su principal objetivo sea el disciplinamiento de los hombres mediante la satanización de la virilidad y la neurotización de las mujeres en su contra, es la mejor prueba de ello. Igual que el judeocristianismo, busca un control total e integral de los individuos a través de su debilitamiento psíquico (complejos de culpa, represión sexoafectiva, adoctrinamiento, etc.). La actual virulencia de este nuevo sistema moral se debe a que nos encontramos en el período culminante de la transición entre la desaparición definitiva de uno y la implantación del otro. 
Muchas personas han visto en esta naciente religión una forma de escalar posiciones en la pirámide social, y la competencia es feroz: todo el mundo quiere hacer méritos con el fin de ocupar los mejores puestos, todos quieren ser reconocidos como los mejores representantes de la nueva casta sacerdotal.

Carlos C.

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