viernes, 3 de febrero de 2017

GANADERÍA.


Varios antropólogos han explicado cómo se aprovechó la experiencia obtenida con la práctica de la ganadería para aplicarla a la sociedad humana; habían aprendido lo que hay que hacer con un toro para obtener un buey y poder utilizar su fuerza sumisa: castrarlo, disminuir su vitalidad para poder controlarla. O para obtener un bonsái, que en vez de ser un árbol grande se convierte en un objeto de decoración: cortarle las raíces.

En la especie humana, para establecer una sociedad de esclavos y de acumulación de Poder, había que cambiar el ser humano, cortarle las raíces; lo que quiere decir, bloquear su sexualidad para disminuir su vitalidad, introducir un estado de carencia y de necesidad. Esto se consigue eliminando la sexualidad materno-primal, una verdadera castración que se inflige a todas las criaturas humanas. 
Eliminada la sexualidad básica y establecido el estado de carencia, se organiza un chantaje emocional y sistemático para irnos llevando a donde se nos quiere llevar (se aprende a obedecer para ser aceptados y sobrevivir); este chantaje subyace en todo el proceso de socialización, que en realidad es una domesticación. 

Vivir en función de los deseos hace un ser humano libre, lleno de fuerza, iniciativa, etc.; pero el vivir en la carencia y en la necesidad, bloqueado el desarrollo anímico y sexual, nos lleva al estado de sumisión. Por eso es tan importante la madre: ahí es donde se cortan las raíces de la vida humana. San Agustín dijo: "dadme otras madres y os daré otro mundo". 
En lugar de una maternidad que organiza la expansión del erotismo y del placer y del complacer a las criaturas, con una madre cuya pasión es el bienestar de su prole (que es para lo que sexual y fisiológicamente estamos preparadas), se construye una maternidad patriarcal de madres que 'aman' con el corazón en el mejor de los casos, pero no con la tripas, madres frías, distantes, capaces de dejar a los niños llorando; madres insensibles a los deseos e indiferentes al sufrimiento de las criaturas. 
Por eso se destruye la sexualidad de la mujer, para cambiar la maternidad. Se somete a la mujer para organizar una procreación en la asepsia libidinal, con cuerpos de mujer privados de sus deseos y de su sexualidad.

Casilda Rodrigáñez.


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