miércoles, 24 de agosto de 2016

TANDAVA.

La postura.

Nos sentamos en un cojín dispuestos a meditar y cerramos los ojos. No es necesario tener la postura perfecta, nosotros mismos la buscamos, cada uno crea su propia postura.
Es mejor una “mala” postura pero relajado, antes que una “buena” postura pero en tensión para poder mantenerla (tal vez, mi postura sea apoyando la cabeza tranquilamente en mi mano). 
Sabremos que hemos encontrado nuestra postura porque todo fluye dentro del cuerpo mental, emocional y físicamente.


Primera parte.

Estamos relajados, distendidos, sentados en posición de meditación, todo es conciencia, todo es movimiento. Todo se mueve, no podemos permanecer inmóviles, tenemos que poder movernos. No tengas miedo de moverte demasiado, así se van deshaciendo las rigideces del cuerpo. 
Nuestra primera atención es en el perineo soltándolo y relajándolo.
Respiración: Inspirando, relajas el bajo vientre (que se hincha) y al mismo tiempo haces un movimiento de la zona baja de la espalda (cóccix) hacia atrás sintiendo cómo te llenas de aire. Al espirar llevas la pelvis hacia delante y te vacías bien. Conecta con la respiración en el bajo vientre, nota cómo éste se hincha y se deshincha. 
Esta respiración da estabilidad a tu postura.
Todo el cuerpo se va a mover, este movimiento empieza desde la parte baja del cuerpo y se derrama hacia arriba. Nos centraremos basándonos en el movimiento. Estar centrado es no tener periferia y no tener periferia es no tener centro…y si no tenemos centro, estamos centrados.


Segunda parte.

Cuando nos sintamos conectados con la respiración y el movimiento, vamos incorporando los brazos y las manos lentamente (la lentitud es la cualidad de Dios). Es como si estuviéramos atados con una cuerda y empezáramos a mover los hombros para desatarnos, aflojándola suavemente.
Se hace el mínimo esfuerzo muscular, es como si las manos reposaran en el espacio del aliento, no me resisto al espacio. El viento se puede llevar los brazos hacia donde él vaya. Nuestros hombros están relajados, son como alas de mariposa, todo es independiente, los dedos y las articulaciones. El movimiento se solapa con la respiración.
Sentimos todos los puntos de apoyo sobre el cojín, la base se tiene que mover, tenemos que notar bien los glúteos.
Se trata de desligar al cuerpo de todos sus condicionamientos físicos.


Tercera parte.

Después de un tiempo danzando sentados (5, 10, 15 minutos o más), según nos vayamos sintiendo fluir con esta danza, nos levantamos lentamente. 
Nos ponemos de pie con las piernas muy abiertas, el doble de la anchura de los hombros aproximadamente y las rodillas flexionadas, para que el periné esté en contacto con la tierra, como una tercera pierna en la que nos apoyamos, como un eje alrededor del cual bailamos y este eje es fluido, recordando que nuestro perineo continúa suelto y relajado.
Continuamos con nuestra danza, imaginando que es como el humo del incienso que nunca se mueve igual, contémplalo y siéntete igual cuando dances, el movimiento va de abajo hacia arriba y exploramos todas las direcciones. Todo se mueve, también podemos desplazarnos, cuando lo hacemos, podemos imaginar como si nuestros pies estuvieran dentro de la miel. Para entenderlo podemos realizar el ejercicio dentro del agua y luego fuera, lo más importante es hacerlo con el mínimo esfuerzo posible. Ralentizamos el movimiento, los movimientos pueden ser también rápidos pero hay que aprender a fluir primero con la lentitud. 
A veces el cuerpo se mueve él solo más lento o más rápido, la energía lo lleva. De vez en cuando podemos experimentar a ir un poco más rápido para encontrar de nuevo la lentitud.
Podemos hacer tandava en grupo o solos, al principio es más fácil hacer la danza en grupo, donde al ver a los otros puede ser mejor, pero todo depende de cada uno.

Es muy bueno hacerlo en la naturaleza, podemos caminar haciendo el yoga y caminar mucho, de hecho, estas prácticas las empezaron los habitantes de la región de Cachemira paseando por el bosque. De todas formas, con el tiempo y la práctica la sensibilidad aumenta y se puede practicar con todo: con las plantas, con los pájaros, en el autobús, en los bares…en cualquier lugar (puede ser una buena manera de hacer servicio social, pues a los que están alrededor siempre les llega algo de esta energía).
Si no estamos en la naturaleza, donde nos bastará con sus sonidos, podemos utilizar desde el principio de la práctica una música suave, más bien neutra (que no nos distorsione demasiado), para fluir con ella, apoyarnos en ella como si fuera el viento que nos lleva y que nuestro cuerpo se funda con la música.
Lo normal es respirar por la nariz, pero también se puede hacer por la boca, también se suele hacer con los ojos cerrados, pero igualmente los puedes abrir si lo deseas, sobre todo si estás caminando, claro. En este yoga no hay nada rígido ni establecido.
Se dejan fluir los pensamientos pero no se mantienen, volvemos siempre al cuerpo y a la respiración, es normal pensar, el problema es que se convierta en una rutina circular, acéptalo y no te entretengas en ellos.
En una práctica “normal” se suele danzar durante una hora, se puede empezar por menos tiempo para irnos acostumbrando. 
También podemos empezar en la fase en la que ya estamos de pie.


Cuarta parte.

Después de danzar durante una hora, nos detenemos de golpe (cesa la música), lo hacemos de una manera muy cortante y nos sentamos a meditar, dejamos el cuerpo libre y entonces podemos reconocer el “spanda”, no hacemos nada y notamos la vibración de la energía, podemos sentir el spanda en un lugar muy pequeño o por todo el cuerpo. Estaremos meditando así, sintiendo la vibración sutil en cada partícula de nuestro cuerpo, durante cinco minutos o veinte según lo sintamos.
Los bloqueos energéticos desaparecen sin necesidad de vivenciarlos (como si hubieran sido de otro). Poco a poco el cuerpo fluye y se va haciendo más sensible.

Después del yoga y la meditación, salir de ella suavemente y mantenerla en la vida diaria. Así cuando vuelvas a empezar ya estarás allí y lo sigues donde lo dejaste. El estado extático es más o menos permanente, no dejas del todo la meditación y de esta forma, algún día ya no será necesario meditar, porque estaremos en la meditación constante.
Cuando has danzado durante una hora puedes sentir fácilmente la capacidad de éxtasis.

También puedes probar danzando durante cinco o seis horas hasta llegar al agotamiento físico y cuando se pasa esta barrera, te das cuenta de que no hace falta fuerza física para bailar, es el universo el que baila por ti.
Podemos vivir la mitología shivaita a través de la danza, el delirio amoroso de shiva y shakti. Tenían una relación magnífica con la pasión, la belleza y el arte que se explora hasta el infinito. Descubrimos a través de la danza que estamos poseídos por la shakti y los problemas que tenemos ya no tienen el mismo efecto, los miramos desde fuera y ya no les tenemos miedo, no nos angustiamos ante la idea de lo que puede sucedernos.
En la danza podemos expresar todas las emociones de la vida, no hay que forzar nada, simplemente se expresa. Hay un gran movimiento interior y se desbloquean emociones que salen a través de la danza. Si practicamos de vez en cuando no notaremos gran cosa, hemos de ser constantes, tener continuidad para poder sentir los resultados y aprovecharlos.

Los andamios de la mente se caen poco a poco con este ejercicio, con mucha constancia, paciencia y disfrutando de la meditación. No hay que buscar nada, sólo disfrute. Cuando hay una estructura no hay espontaneidad.

Gerad Castello.

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