viernes, 22 de abril de 2016

ECOS DE SOCIEDAD.

Si, como afirman los psiquiatras, sólo el veinte por ciento de la población mundial tiene empatía, resulta que la mayoría, el ochenta por ciento, padecemos algún tipo de psicopatía. Vivimos, pues, en un mundo superpoblado por psicópatas, por gente que “hace su vida” al margen o en ignorancia de toda forma de empatía; una sociedad que, si algún día tuvo y cultivó la empatía, ha dejado de hacerlo por alguna razón que, por la cuenta que nos tiene, nos es obligado averiguar. El cultivo de la empatía sería, pues, la asignatura principal del aprendizaje humano, la justificación y clave de todo sistema educativo en una sociedad sana.

La empatía es núcleo de la ética y clave de la civilización humana. El estado de empatía es el estado propio del ser social que somos. Por muchas vueltas y rodeos que le demos a las causas de las guerras, de la barbarie, de la explotación o de la miseria que se extienden por todo el orbe, siempre encontraremos la ausencia de empatía como explicación primera. La empatía es el verdadero indicador del progreso o del retroceso de las cualidades humanas, de su evolución. 
En la medida en que la carencia de empatía se hace global y hegemónica, es obvio que nos acercamos a nuestra máxima decadencia y, con toda probabilidad, al fin de la civilización humana.

Mis limitaciones, mis defectos físicos o mis enfermedades, son mías, sólo a mí pueden perjudicarme mientras no sean contagiosas. Pero mis psicopatías -mi carencia de empatía- perjudica directamente a los demás, es un mal mayor, es la enfermedad social por excelencia.

Cada uno de nosotros somos seres únicos y, por tanto, desiguales. Sólo a un psicópata pueden parecerle pocas nuestras desigualdades naturales, como para añadir, además, las desigualdades sociales, económicas y políticas, a sabiendas de que con ello se está haciendo daño. 
Una sociedad sana sólo puede ser empática, o sea, compasiva e igualitaria. Deberíamos, pues, identificar la empatía como la condición necesaria para el bien vivir, en estado de salud personal y social.

Puede que haya psicopatías congénitas -aunque lo dudo-, pero creo que la mayor parte son inducidas, creo que somos adiestrados a diario en ellas, incluso en nuestras casas y escuelas, en las empresas y en las universidades, en el ocio y los negocios, en la publicidad y en los supermercados, en libros, películas, televisiones, videojuegos, internetes y periódicos, en la consulta del médico y en las oficinas del INEM, en los sindicatos y partidos, en el ejército, en el parlamento y en los campos de fútbol, en la religión y en el sexo...vayamos donde vayamos, a todas horas, somos inoculados con un buen cóctel de psicopatías

Blog de Nanín.

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