viernes, 18 de diciembre de 2015

ECOS DE SOCIEDAD.


El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, estudiando la salud y la resiliencia ante la adversidad, sugiere que el indicador principal de la felicidad de un ser humano es su nivel de implicación en actividades creativas.
Frankl desarrolló su teoría de la logoterapia centrada en la necesidad humana de tener un significado: vivir para algo es la más poderosa medicina. 

Csikszentmihalyi mantiene que las personas en un estado de “flow” (término que utiliza para significar la dinámica de la creatividad) pueden estar felices independientemente de lo que está ocurriendo fuera, sólo cambiando el contenido de su conciencia. Su tesis señala que es en los estados de inmersión en una actividad significativa donde la persona encuentra satisfacción y bienestar. 
Esta creatividad o concentración es muy similar a una meditación dinámica en la cual la mente está unida a la experiencia, pues la actividad creativa produce un sentido de inmersión que puede transformarnos al unirnos con la actividad que estamos realizando o con el objeto de nuestro conocimiento. 

Si bien la creatividad es un término del que se abusa y generalmente está contaminado por la jerga del marketing, si regresamos a su esencia filosófica vemos que el acto creativo es un acto de armonización y sintonización de las fuerzas del cosmos. 
La mayoría de las religiones y filosofías esotéricas coinciden en afirmar que la creación no es algo que ocurrió en un pasado distante, sino que es la realidad presente de un universo en el que, como escribió Einstein, el pasado y el futuro son solamente ilusiones muy persistentes. 
En este sentido, Carl Jung observó que la alquimia, en su sentido psicológico, no es más que la observación, integración y repetición del proceso creativo de la naturaleza. Aquí volvemos a encontrar el sentido de la creatividad como una meditación en movimiento que se ocupa sólo del presente, un presente en el que resuenan simultáneamente todos los momentos del tiempo. 

El filósofo Manly P. Hall  observó durante sus más de 50 años dirigiendo un centro de estudio, que las personas que realizaban cotidianamente una actividad creativa tendían a enfermarse mucho menos, de tal manera que la creatividad podía usarse como un factor determinante en la predicción y corrección de la salud de una persona.

Más recientemente el Dr. Ernest Lawrence Rossi teoriza que, de hecho, la música y otras experiencias artísticas ayudan a regenerar las células cerebrales. 

Por su parte, Jason Horsley propone que la creatividad sólo puede producirse como resultado de la honestidad y la autenticidad. Casi como un acto instintivo similar a parir, la creatividad, según Horsley, surge de la espontaneidad, de una experiencia directa no-mediada con la cultura; es un profundo acto de autoexpresión, una especie de código autosignificante de lo que somos. 
Ser, en su acepción más básica e instintiva, es crear, y en este sentido lo que creamos no es otra cosa que aquello que somos profundamente, y por ello la creatividad es una función de integración con nuestra propia naturaleza.

Así tenemos una motivación para buscar la creatividad y la belleza antes que el dinero y el éxito en el mundo, una reflexión hacia la riqueza interior que reúne en un mismo círculo de virtud la estética y la ética, puesto que aquel que ejerce una disciplina creativa sin priorizar su beneficio económico personal estará también enriqueciendo al mundo y cultivando la virtud.

ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO.

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