martes, 15 de julio de 2014

ECOS DE SOCIEDAD.

El ‘dar’ es una pulsión orgánica, un impulso para derramar nuestro afecto que brota de nuestro sistema sexual y que al ser recibido induce en el otro sistema corporal una pulsión de corresponder. 
Al impulso de dar le llamamos generosidad y su desarrollo cursa con gusto y placer; cuando el regalo nos alcanza desencadena una pulsión de gratitud que nos hará corresponder y devolver nuestro afecto; la gratitud es también una emoción y un sentimiento que cursa con gusto y con placer.

Así es como el sistema libidinal establece relaciones de reciprocidad, de intercambio solidario y de ayuda mutua: la prestación total que describe Mauss que funcionaba en los clanes y en las familias.
Parece oportuno citar y situar aquí lo que decían Deleuze y Guattari sobre el deseo recorriendo el campo social… o lo que decía Odent de que en nuestra sociedad hay un grave déficit de la hormona prolactina, la hormona que propicia el cuidado del otro o de la otra, déficit o carencia que se origina con la supresión en la vida humana del importante periodo de lactancia, el periodo quizá más largo de la vida sexual de las mujeres (en la mayoría de los pulpos micénicos que he encontrado, las ondas de placer salen de los pechos). 
Hemos despojado a la bioquímica de la vida de este elemento concreto al sustraérselo a toda la infancia del ser humano, hemos quebrantando el desarrollo de su sistema sexual para producir cuerpos adultos en estado de guerra en lugar de cuerpos adultos en estado amoroso.

Cuando alguien nos da algo, percibimos el afecto y la empatía que nos entregan con el regalo; no es un ‘espíritu’ que habite en el regalo, es el afecto del que es portador o al que representa. Los objetos que nos han regalado con mucho afecto, quedan asociados a ese afecto y tienen un importante valor  simbólico para nosotr@s. Y seguramente habremos tratado de corresponder a dicha entrega afectiva con algún regalo que sea a su vez portador de nuestro afecto.
Desde un punto de vista de las cualidades in-formacionales del ser humano, el ‘hau’ o el ‘potlach’ se contemplarían como el normal desarrollo de dichas cualidades.

Pero hemos creado un universo conceptual, una visión de la humanidad de la que excluimos uno de sus elementos básicos, una de sus cualidades in-formacionales más importantes: la sexualidad, el sistema de regulación corporal y social. 
Entonces la Historia, la Sociología, todos los campos del conocimiento, salvo contadas excepciones, se aproximan a la superficie de la verdad de las cosas, dejando al margen, como un fantasma invisible, el propio sistema de regulación que el régimen patriarcal ha desactivado y mantiene en gran medida inoperante.

Casilda Rodrigáñez

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