sábado, 3 de mayo de 2014

GANADERÍA.

 Recordando a Ivan Illich (1926-2002).

La sociedad industrial-capitalista es sobre todo una fabulosa maquinaria de producción y consumo que opera sobre una sociedad de masas y que, por tanto, tiene que recurrir a un formidable disciplinamiento para que la maquinaria pueda funcionar. 
Este disciplinamiento impide a la persona el cuidado de sí misma, anula su capacidad para aprender, para desplazarse o para construirse su propia vivienda. Illich denuncia de manera constante esta usurpación de la vida cotidiana y de la responsabilidad individual por parte de las instituciones y las camarillas profesionales.

Obviamente, la contribución illichiana tiene implicaciones morales y filosóficas de gran calado. Hay una reflexión implícita sobre la artificialización de la vida en la sociedad moderna. La persona pierde control sobre su salud y sobre su forma de vivir la enfermedad y enfrentarse a la muerte. Esto se estudia atentamente en su libro Némesis medica. 
La escuela obligatoria impone un orden pedagógico que convierte la esfera del aprendizaje en un ámbito separado de la comunidad, la calle, la familia, el trabajo, etc. La escolarización inventa al “niño” y al mismo tiempo lo aisla en una burbuja institucional. La educación se identifica ahora con una institución organizada que impone además una criba social implacable con sus índices de “éxito” y “fracaso”. 

La escuela, la red sanitaria y la tecnología industrial capturan la capacidad creativa de la persona, su motivación para existir. Incluso una necesidad tan primaria como el hecho de desplazarse se convierte en objeto de expropiación cuando el Estado y las grandes compañías del automóvil y del petróleo imponen como, por donde y a qué velocidad debe desplazarse la gente. 

El segundo problema. Illich advierte que esta cuestión de la expropiación de la autonomía personal y colectiva deriva hoy hacia las economías de crecimiento sin fin. La sociedad moderna es la primera que usurpa de manera total esta autonomía creadora de los pueblos para integrarla a su proyecto de crecimiento infinito. Illich, junto a otros pensadores y autores contemporáneos, se suma a las voces que denuncian esta ideología del crecimiento económico y técnico sin límites.

Ekintza Zucena.

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