jueves, 26 de septiembre de 2013

GANADERÍA.

Los Estados existen como instituciones de poder en permanente lucha competitiva entre ellos. Esta lucha adopta muchas formas, desde la comercial hasta la militar, pero que en definitiva alcanza cada cierto tiempo el nivel de guerra abierta.

Conscientes de esto, los Estados procuran maximizar todo lo que pueden el poder militar, y eso exige crear sociedades militarizadas, no en el sentido pueril en que lo entienden muchos pacifistas, sino en el real, con geopolítica, planes de reclutamiento, impuestos al servicio del aparato bélico, patriarcado, centralización del mando, aparatos de adoctrinamiento, etc. Es lo que pretendían, y lo que lograron, todas las revoluciones liberales. 

Pero la libertad verdadera es todo lo contrario, ya que su fundamento es constituir una sociedad en que sólo haya pueblo y no ente estatal, vale decir, en que no exista una minoría mandante y una gran mayoría mandada y, por tanto, sin libertad.

        
El caso inglés ilustra la noción hegeliana de que el Estado es la libertad, por tanto, el Estado máximo es la libertad máxima, sofisma patético y noción atroz por totalitaria. 
Las elites del poder que se constituyen en Estado máximo hegemónico, como lo fue el de Inglaterra desde mediados del siglo XVIII hasta la II Guerra Mundial, alcanzan una plétora de libertad a escala planetaria, al poder imponer a los otros Estados sus intereses fundamentales. 

Para las clases populares (y para los pueblos conquistados) un Estado máximo en desarrollo, como el liberal y constitucional, es aquél que más y mejor les priva de libertad, y más y mejor les destruye como seres humanos.

Félix Rodrigo Mora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario