martes, 27 de agosto de 2013

NOTA INFORMATIVA.

Propongo que cada momento en el tiempo es una proyección del orden implicado total”.
David Bhom.


La teoría cuántica señala que existen campos de energía que permean el universo, los cuales se comportan en ocasiones como partículas y en otras como ondas.
Algunas evidencias sugieren que las partículas y las ondas que medimos son solamente la manifestación superficial de una energía que yace oculta.
Lo que observamos sería solamente como la superficie del mar, mientra que ondas y partículas serían la turbulencia en esa superficie.

Científicos de Harvard y de la Universidad de California en Santa Barbara consideran que el nivel superficial de descripción del mundo subatómico ya no es suficiente para describir todos los fenómenos. Estudiando una extraña forma de materia conocida como cuprates,metales que contienen cobre y que exhiben la propiedad de superconductividad en altas temperaturas, han encontrado que la materia subatómica parece estar reflejando una serie de propiedades más profundas, que podrían estar vibrando en otras dimensiones, en sintonía con los postulados de la teoría de cuerdas.

Cuprates bajo el microscopio
Cuprates bajo el microscopio


Según este modelo la masa y las propiedades macroscópicas corresponden a vibraciones e interacciones de diferentes formas de materia (posiblemente la espectral materia oscura) y fuerzas que surgen de las conexiones de las cuerdas, las cuales existen dentro de ese mar metafórico. Esto se conoce como la dualidad holográfica, según acuñó Maldacena en 1997: la superficie bidimensional de este mar sería descrita por la mecánica cuántica; los eventos dentro del mar serían descritos por la teoría de cuerdas, se traducirían matemáticamente en eventos en la superficie e incluirían a la fuerza de la gravedad.

Paradójicamente, cuando la superficie del mar imaginario se encuentra en calma, resulta ser el reflejo de una gran complejidad y agitación interna.
La tranquilidad sería el resultado de una gran cantidad de energía en el nivel profundo.
La mayoría de los objetos materiales tienen partículas relativamente estables, por lo que al parecer son el resultado de una especie de tormenta perfecta interna.


Una teoría de la gravedad cuántica podría tener que abandonar la noción de que los constituyente básicos de la materia son partículas, y considerar que los eventos que surgen en la superficie del “mar” están unidos a una serie de eventos a una mayor profundidad.
David Bohm utilizó la metáfora del holograma para comunicar la naturaleza incomensurable de la materia en su orden implicado: que cada partícula y cada fenómeno eran en realidad sólo una representación de la totalidad, surcando el espacio-tiempo como ondas de agua en la superficie de un estanque.

Las implicaciones filosóficas de esto serían enormes, ya que en cierto sentido todo lo que ocurre en nuestro entorno sería la manifestación superficial de un orden más profundo, de una vibración hiperdimensional.
El fondo de ese mar es inconmensurable, su fuente inconcebible.

David Bohm veía la relación entre la conciencia y la materia de manera similar a la dualidad holográfica: el contenido implicado de la conciencia se manifiesta en el tiempo-espacio como un fenómeno material que guarda relación con la totalidad de la cual emerge.


Según el Advaita Vedanta, la conciencia no es una propiedad del Brahman (lo inconmensurable, lo inmutable, dios), sino que es su misma naturaleza.
¿No hay diferencia entre ese mar del cual emerge el mundo y la conciencia?. Según Herr von Welling, con sólo un grano de sal y una partícula de la piedra filosofal en el agua, se puede construir un nuevo universo; según William Blake en un grano de arena se encuentra un mundo entero.
Estas son sólo metáforas, acaso deseos de encontrar un sentido más profundo, pero ¿quién puede argumentar que el mar original, el mar genético, el mar en el que emergen los hombres y las estrellas, no está implicado indeleblemente en cada cosa?

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