miércoles, 26 de diciembre de 2012

INFORMATIVOS.


U.G. Krishnamurti sostiene que la fuerza controladora de la acción humana es el poder y no la racionalidad. De hecho mantiene que la racionalidad es en sí misma un instrumento del poder. 

El enfoque racionalista se basa en la fe en la habilidad del pensamiento para transformar la condición humana. 
U.G. afirma que esa fe en el pensamiento es infundada. Según él, el pensamiento es un instrumento divisivo y finalmente destructivo. Solo está interesado en su propia continuidad y convierte todo en un medio para su propia perpetuación. Solo puede funcionar en términos de una división entre el llamado yo o ego y el mundo. 

Esa división entre un ilusorio yo y un mundo contrapuesto es finalmente destructiva porque de ella resulta el engrandecimiento del “yo” a expensas de todo lo demás. 
Por eso,todo lo que nace del pensamiento es dañino de una forma u otra. El pensamiento no es el instrumento que puede transformar nuestra condición. 

Pero U.G. tampoco señala alguna facultad espiritual como la intuición o la fe como el instrumento salvador. Descarta la intuición como nada más que una forma de pensamiento sutil y refinado. Y la fe, como solo una forma de esperanza sin ningún fundamento.

 U.G. sí habla,en cambio, de algo como una inteligencia nativa o natural del organismo vivo. La inteligencia “adquirida” del intelecto no se puede comparar con la inteligencia natural del cuerpo. Es esa inteligencia la que está operando en los extraordinariamente complejos sistemas corporales. 

Basta con examinar el sistema inmunológico para comprender la naturaleza de esa inteligencia innata del cuerpo vivo. 
U.G. sostiene que esa inteligencia natural del cuerpo no está relacionada con el intelecto,por lo que no puede usarse o dirigirse para resolver los problemas creados por el pensamiento. No está interesada en las maquinaciones del pensamiento. 

El pensamiento es el enemigo de esa inteligencia innata del cuerpo. El pensamiento es perjudicial para el funcionamiento armonioso del cuerpo porque convierte todo en un movimiento de placer. Esa es la forma en que asegura su propia continuidad. 
La búsqueda de permanencia es también otra forma en la que el pensamiento se vuelve hostil al funcionamiento armonioso del cuerpo. Según U.G., la demanda de placer y permanencia destruye, a la larga, la sensibilidad del cuerpo. Al cuerpo no le interesa la permanencia,su sistema nervioso no puede manejar estados permanentes, ni placenteros ni dolorosos. Pero el pensamiento ha proyectado la existencia de estados permanentes de paz, dicha, o éxtasis con el fin de mantener su continuidad.

Hay un conflicto fundamental entre las demandas de la “mente” o el pensamiento y el funcionamiento del cuerpo. Este conflicto entre el pensamiento y el cuerpo no puede ser resuelto por el pensamiento. Cualquier intento del pensamiento por tratar con este conflicto solo agrava el problema. 
Lo que tiene que terminarse es la interferencia distorsionadora del mecanismo de auto perpetuación del pensamiento. Y eso no puede, obviamente, ser activado por ese mecanismo mismo. 

U.G. mantiene que todas las técnicas y prácticas para terminar o controlar el pensamiento son inútiles porque ellas mismas son el producto del pensamiento y los medios para su perpetuación.

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