lunes, 19 de diciembre de 2011

HISTORIA NATURAL.

Cuando las teorías sobre la evolución de las especies irrumpieron en el mundo científico en el siglo XIX, enseguida estuvieron mediatizadas por su aplicación al orden social, para tratar de justificar la dominación y la jerarquía. Dos escuelas de pensamiento sobre la evolución se enfrentaron entonces, la que representaba Darwin y la que representaba Kropotkin.
En el capítulo 1 de
El Asalto al Hades traté de explicar la vigencia de la teoría de Kropotkin en línea con la teoría actual de la simbiogénesis (Lynn Margulis), la autopoyésis y la autorregulación (Maturana y Varela).


Los darwinistas argumentan su teoría con la evidencia visible de la depredación entre especies y postulan contra las supersticiones y creencias en entes sobrenaturales todopoderosos.
Los creacionistas se apoyan también en esa aparente violencia de la naturaleza, pero para proclamar la necesidad de un diseño artificial que ponga un orden entre los seres vivos, y por tanto, la necesidad de un Diseñador (dios, ser supremo, universo consciente, gobierno mundial totalitario, etc.).


Sin embargo, la depredación entre especies es una fenomenología secundaria con respecto a la fenomenología básica de la vida.
Como explicaron Maturana y Varela, los seres vivos somos sistemas 'cerrados' y al mismo tiempo 'abiertos'. Por 'sistema cerrado' entienden la capacidad de autorregulación de cada ser vivo, de cada órgano, célula, orgánulo, etc. Pero ese 'sistema cerrado' al mismo tiempo es un sistema in-formacionalmente 'abierto', es decir, que se formó y se fijó en la cadena evolutiva interactuando e intercambiando materia y energía con los sistemas de su entorno inmediato, incluyéndose así en la cadena de los seres vivos.

Sin esta dinámica in-formacional de interacción solidaria, ningún ser vivo hubiera podido fijarse en el ecosistema, ni podría mantenerse vivo. La interacción solidaria entre los seres vivos es pues una cualidad in-formacional, un fenómeno masivo, básico, general, inherente a cualquier forma de vida, con respecto al cual, la depredación resulta secundaria.
Lo grandioso de la vida y de su dinámica evolutiva, es precisamente la armonía entre el 'cierre' de un ser vivo y el tipo de 'apertura' que no solo no impide sino que favorece su 'cierre', su autorregulación.

La evolución es la historia de ese encaje armonioso entre la autorregulación de cada ser vivo y su relación con los demás, una evolución que necesariamente tuvo que ir de lo simple a lo complejo sin diseño previo, sin caminos predeterminados, lo que de paso nos sirve para entender la organizáción sinérgica y no jerárquica de los seres vivos, por grande que sea su complejidad.

Lo que Kropotkin observó en las estepas rusas en el siglo XIX a nivel macroscópico, fue lo mismo que observó Margulis en la vida microscópica de las bacterias. Es preciso entender esto para centrar el debate y situar la depredación como una fenomenología secundaria con respecto a la fenomenología básica de la vida.


Por lo dicho, desde mi punto de vista y de mis escasos conocimientos, creo que ni el darwinismo ni el creacionismo explican la vida y la evolución; y precisamente por eso sirven para justificar la dominación y la jerarquía social. Y con esto no quiero decir que todos los darwinistas o todos los creyentes en un creador del universo estén a favor de la esclavitud, pero sí que dichas teorías sirven para justificarla o encubrirla.


Las creacionistas actuales intentan justificar un diseño social de dominación absoluta, en el que cada cual tendría su misión definida por el supuesto diseñador o creador, pues en un orden cósmico establecido y predeterminado, también estaría predeterminada la función y la misión que cada cual debe cumplir y que se transmite por la línea de mandos, en cuya cúspide estaría el creador y en el grado inmediato inferior sus mensajeros y sus intérpretes, y luego toda una variedad de funcionarios encargados de vigilar que cada cual cumpla su misión, por las buenas o por las malas.

Casilda Rodrigáñez.


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